Entre los grupos hooligans ingleses ha habido desde siempre grandes rivalidades en las gradas llevadas hasta casos inimaginables. Sin embargo no es muy común encontrar episodios entre enemigos donde un ferry
sea el punto de todas sus trifulcas. El suceso ocurrió en agosto de
1986, hace ya casi 27 años, cuando centenares de aficionados del Manchester United, West Ham, Liverpool y Everton
volvían a Inglaterra después de seguir a sus equipos a través de
diversos amistosos disputados en el continente europeo. El ferry,
llamado “Koningin Beatrix”, partió desde Holanda rumbo a Inglaterra
y cuando se encontraba en la mitad de su trayecto, una gran pelea entre
seguidores del Manchester United y del West Ham, desató el caos.
Que este suceso se podía iniciar tarde o
temprano era algo que se palpaba en el ambiente, tal y como cuentan
algunos de los testigos. Había motivos para ello puesto que aficionados del cuadro Hammers habían apuñalado a un joven seguidor de 16 años
del entorno mancuniano, dejándolo gravemente herido durante el último
partido disputado entre ambos clubes por aquellas fechas. Y por si esto
fuera poco, los seguidores londinenses, para mayor problema y
desfachatez, empezaron a mofarse del accidente de avión sufrido por la mítica generación del club de Old Trafford en 1958 corriendo por los pasillos con los brazos extendidos y dejándose caer como si hubieran sido derribados.
La
discusión, sin embargo, la iniciaron los seguidores del Manchester
United, los cuales sobrepasaban en una proporción de cinco a uno a los
seguidores del West Ham, atacando a éstos, los cuales respondieron
arrojándoles extintores, sillas, mesas y todo lo que pudieron coger por
el camino. Los hooligans del equipo londinense, a pesar de encontrarse
en una abrumadora desproporción numérica, aguantaron como pudieron resultando “vencedores morales” de esta pelea que involucró a más de 150 personas.
A su llegada al puerto de Liverpool, más de 100 policías esperaban para detener a los involucrados en el tumulto,
siendo 14 los detenidos y los más de 100 seguidores del West Ham fueron
introducidos, con escolta policial, en un tren que los llevó a Londres.
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